El Monasterio de Rueda, situado en la Ribera Baja del Ebro, entre las poblaciones de Sástago y Escatrón, es uno de los más hermosos monumentos histórico artísticos de Aragón que, pese a todo, ha permanecido durante años y años sumido en el abandono y la indiferencia. El lamentable estado a que había llegado a mediado de los años sesenta, dio paso a una etapa más esperanzadora en la que un largo y complicado proceso de restauración le ha devuelto definitivamente su antigua prestancia.

      El recinto se levanta a orillas del Ebro, cercano a una gran presa que desvía las aguas del río hasta una enorme "rueda" o noria que dio nombre al monasterio. La gran extensión de la superficie edificada da idea de la importancia alcanzada por la comunidad en sus años de esplendor.

      El estilo predominante en la parte más antigua es el gótico, aunque no faltan influencias románicas.

DATOS HISTORICOS

 En el siglo XII los cistercienses enviados por el Abad de Gimont atravesaron los Pirineos desde Francia para establecer una primera comunidad en Aragón. Lo hicieron en Villanueva de Gállego, si bien la proximidad de la capital zaragozana y la necesidad de encontrar un lugar más retirado para la vida monástica, les llevó a aceptar la cesión hecha por Alfonso II de Aragón en 1182, del castillo y la villa de Escatrón.

      Es muy posible que aquella primera ubicación no colmara tampoco suficientemente las "apetencias colonizadoras de los monjes". Pero sean cuales fueran las circunstancias que les impulsaron a trasladarse hacia el Sur, lo cierto es que se establecieron definitivamente a orillas del Ebro, en el nuevo emplazamiento, empezando las obras del nuevo monasterio en 1202. Unos años más tarde, comenzaban a erigir la iglesia, que fue consagrada en 1238.

Durante la Edad Media, la abadía vivió momentos de esplendor, aunque tampoco faltaron a veces las dificultades económicas. En el ámbito de la actividad económica -que es la que propició los mejores momentos de la abadía- "Rueda destacó en todo momento por la original y primorosa administración de la tierra; por el impulso dado a determinados cultivos tales como los cereales, la vid, las hortalizas, las plantas herbáceas y los frutales; y por las numerosas obras hidráulicas..." (Barbastro Gil). A todo ello habría que sumar una eficiente administración y una notable potenciación de la ganadería, la industria y la silvicultura.

 

En el siglo XVI se realizó una importante reforma y se añadieron nuevas construcciones. Poco después comenzó la decadencia del monasterio, que había llegado a ser uno de los más importantes de Aragón y en el que a veces se reunían los capítulos de la Orden, para llegar a la definitiva desaparición como abadía con la desamortización de Mendizábal, en 1835.

      En ese momento comenzó una verdadera agonía para la gran fábrica monástica y las distintas riquezas históricas y artísticas acumuladas durante siglos. La Comisión Liquidadora se encargó de distribuir las posesiones y entregó parte de los muebles a varias parroquias cercanas, perdiéndose otros muchos.

      La declaración de Monumento Nacional en 1922, no impidió la ruina y el abandono a que hemos hecho referencia. Estado en el que permaneció el cenobio hasta que en los años setenta se realizó una primera intervención que recuperó la techumbre de la iglesia, totalmente destruida y que a lo largo de los ochenta y los noventa ha dado lugar -tras diversos avatares políticos y de recuperación de la propiedad-, a que el Gobierno de Aragón haya emprendido la restauración total del conjunto, que actualmente está a punto de completarse.